miércoles, 23 de agosto de 2017

Sin plenitud

¿Qué es la vida sin plenitud?
¿Sólo un vacío de idealizaciones sin razón?
¿Un cúmulo de experiencias sin sentido?
¿Un ser en la nada?

lunes, 21 de agosto de 2017

México a pie

William Hazlitt y Robert Louis Stevenson abordaron el tema del placer de caminar en sus respectivas obras. En ambos ensayos explican el placer de esta actividad a través de la naturaleza y la preparación que le antecede así como después de realizarla. He experimentado esa sensación de paz y comunión en el campo pero reflexioné sobre realizar esta actividad en la ciudad que es totalmente diferente a la sensaciones que proveen los espacios naturales. Tuve la oportunidad de llevarla a cabo este fin de semana, sin planearlo.

Debía realizar algunas compras que se me asignaron, entonces mi día comenzó relativamente temprano. Tomé el transporte de casa al Metro más cercano, al llegar no hubo problema, el sistema de transporte con que cuenta la Ciudad de México presentaba el mismo comportamiento de siempre en esa ruta, a esa hora, medianamente lleno pero fluido. No así se presentó cuando llegue a la correspondencia en la estación Balderas donde la gente  agolpada en los vagones y saturado el andén de personas, el flujo del transporte se atascó. Pensé, son sólo cuatro estaciones que debo recorrer así que decidí caminar hasta mi destino. Salí de la estación y me preparé para el trayecto, celular en vibración (hoy no se puede dejar de estar comunicado, no con el impacto que ahora tienen las comunicaciones), mi diario de viaje que es una pequeña libretita, mi bolígrafo el cual no me abandona, mochila a la espalda, comencé a caminar.

Cruce la calle de Niños Héroes sobre Arcos de Belén sobre la acera sur. Las primeras impresiones fueron los puestos de la calle que ofrecen sus productos a los transeuntes, clases de inglés, discos compactos piratas, productos de segunda mano tan variados que uno no se puede imaginar que podrían obtenerse en la calle. Mi primera cuadra dio paso al Templo de Nuestra Señora de Belén y posteriormente más adelante una plaza donde se se encuentra al fondo, la Dirección General de Registro Civil de la Ciudad de México. En ese trayecto, estaba libre de los puestos ambulantes que caracterizan al Centro de la Ciudad de México. No así la siguiente cuadra, donde se percibe el aroma combinado de ropa, comida, gente comienza a ser más notorio. En la cera de enfrente, la Coordinación Sectorial de Educación Primaria y muchos negocios más de servicios y productos tanto en esa cera como en la que transitaba.

La gente se detenía en los puestos de calle y en los locales abiertos. Ahí, el caminar redujó su velocidad, pude apreciar lo que Hazlitt y Stevenson mencionaban, no es lo mismo observar desde un vehículo que a pie, no se pierde detalle al hacerlo con este último. Mientras caminaba, observé a lo lejos la entrada norte de la Estación del Metro Salto del Agua, un poco más adelante el Mercado de San Juan, en el camellón de la calle la parte posterior de la Fuente de Salto de Agua y enfrente de ésta, el Templo de la Inmaculada Concepción de Salto del Agua.

Llegué al Eje Lázaro Cárdenas, sólo con cruzar la calle, su nombre cambia a José María Izazaga. Esperé pacientemente la luz verde, los peatones solemos ser intempestivos al cruzar las calles y aunado a los automovilistas, la posibilidad de un accidente que involucren a ambos es muy probable. Me detuve para fotografiar en ese cruce y reanudé mi camino.

Mientras caminaba rumbo a la siguiente estación del Metro Isabela La Católica, pensé en Hazlitt y Stevenson, en sus ensayos privilegiaban el contacto con la naturaleza para un acercamiento espiritual pero en la ciudad, no ocurre eso, los seres humanos y sus relaciones muestran una realidad nada espiritual y sí, una cotidianidad donde los problemas humanos se manifiestan de diversas maneras.

Los locales de negocio, las ventas, las invitaciones a pasar adentro de estos se presentaban en cada ocasión en la medida que se camina por la calle. Respondía con un sincero gracias y una sonrisa, ahora la cortesía es un lujo en esta ciudad llena de urgencias y prisas. Cruce el Callejón Igualdad para encontrarme con el Edificio de la Secretaría de Educación Pública, uno de tantos que tiene esta, tan polémica en estos días, institución. Seguí caminando y de vez en vez, mi atención provocaba que me detuviera en algún puesto o bien en algún negocio. Así continué, pasé Calle Bolivar, el Callejón Nezahualcoyotl y por último llegar a media cuadra a la siguiente Estación del Metro, Isabela La Católica. En la siguiente cuadra se observaba la Universidad del Claustro de Sor Juana y por supuesto, frente a ésta, en la acera donde caminaba me encontré con el Museo de la Charrería y la Parroquía de Vicente Quitarte. Me detuve para obtener evidencia fotográfica de estos tres lugares y reanudé el camino hasta pasar 5 de Febrero y la siguiente esquina visualizar la Parroquia de San Miguel Arcángel. No dude también en fotografiarla.

Mi intención era continuar por José María Izazaga hasta llegar al Mercado de la Merced pero recordé que debía pasar al banco para un retiro. Con mi celular ubiqué uno de los cajeros de mi banco, el cual se encontraba a cuadra y media hacia el sur por 20 de Noviembre. Me dirigí hacia donde se encontraba, sin puestos y la calle despejada para caminar, pude observar a lo lejos el entronque de Diagonal 20 de Noviembre y la Calle Tlascoaque, por debajo, el paso a desnivel de Fray Servando Teresa de Mier y a lo lejos el Templo de la Inmaculada Concepción de Tlascoaque. La evidencia fotográfica no espero para este lugar.

Terminando, tomé la calle donde se encuentra la Secretaría de Desarrollo Rural y Equidad para las Comunidades, al final, un edificio abandonado y la via rápida de José María Pino Suárez para convertirse en la Calzada San Antonio Abad. Regresé dos cuadras hacia el norte para poder tomar el puente peatonal, recorrer la Plaza Comercial Pino Suárez y salir hacia Fray Servando Teresa de Mier superando la vía rapida. Durante este desvío necesario, encontré el movimiento de personas, las filas entre las construcciones aún no acabadas, bolsas, paquetes que sólo esperan la salida del transporte que los llevará a su destino. Dentro de la plaza, por supuesto tuve el honor de ser carnal, valedor, jefe y hasta un saludo de mano esperando que me interesara en algo para comprar.

Al salir de la Plaza Comercial Pino Suárez, sobre Fray Servando Teresa de Mier ya sólo faltaban cuatro cuadras más para llegar a mi destino, el famoso Mercado Sonora. A paso moderado, los puestos de la calle invadían el paisaje urbano con sus ofertas en pequeños cartones, uno que otro local abierto. Vi a la distancia un cine que no preciso con exactitud si era el Atlas, el Nacional o el Colonial, no importaba, el edificio está en remodelación así como muchos otros en este último tramo, también tuve la oportunidad o la curiosidad de ubicar a Sanadoras La Caldería que se distingue por sus caldos curativos, por lo menos eso dice la propaganda. Crucé las calles de Xocongo, Francisco J. Clavijero, La Viga, por último Gran Canal y así llegué por fin al Mercado Sonora, que dejaré su incursión para otro relato.

Andar a pie por la Ciudad de México es un viaje recomendable para personas que gustan observar y disfrutar caminar en la jungla de asfalto como se le conocen también a las ciudades, podría ser solos o acompañados cuidando que la compañía que eligan tenga el mismo placer y capacidad observadora necesaria para el recorrido ya que no es una experiencia tan espiritual como en el campo, más bien reveladora, contradictoria y muy humana.

viernes, 18 de agosto de 2017

Diálogo íngrimo

En la penumbra de la habitación me encontraba, lejos de todo y de todos sólo acompañado de este aparato frente a mí con la vista fija a una página en blanco, esperando aquella musa que trataba de invocar a través del hada verde con la posibilidad de convertirse en demonio. Mis manos esperaban poder plasmar algo, sólo algo, hoy necesitaba de las palabras y se negaban en aparecer. Absorto buscaba qué decir, como hacerlo y estaban ausentes.

Una mano toma el vaso y lo acerca a un rostro conocido.

-Es fuerte- dijo mientras olía su aroma.
-Siempre me ha gustado eso de un licor, seco y fuerte- respondí.

Dejó el vaso en la mesa. -¿Escribes?.
-Trato de hacerlo...
-Hace tiempo que no lo haces. ¿Acaso no encuentras las palabras o es el qué lo que falta, tal vez quieras escribir de los quiénes?

Lo observé fijamente con algo de desprecio. En ocasiones suele ser algo incómodo debido a la confianza que le otorgo sin restricción alguna.

-Sabes que de los quiénes te encargas Tú.
-No es así. Hay un escrito que hablas de las personas y no he tenido oportunidad de leerlo. Eso es injusto. Debería escribir sobre los qués ya que hablas de los quiénes.
-Hablas del diario, supongo- dije con un aire de desprecio más marcado.
-Si, de ese. Me parece injusto que sólo hable de personas, no sobre algunos temas y Tú sí puedas. ¿Acaso no es así?

No respondí, ignoré su comentario aunque reflexioné sobre eso. Buscaba concentrarme pero la interrupción de un diálogo... Tomé el vaso del hada verde y bebí. Hubo un largo silencio.

-¿Me ignoras?- Se acercó a mi rostro, amenazante para después retirarse imtempestivamente. -Clásico de ti- continuó -No entiendo. Me llamas cuando quieres escribir, constriñéndote hacia el Mundo y cuando me ofrezco me desprecias, me ignoras.

No dije nada. Mi mudez incluía mi oralidad tanto como mi textualidad.

-En verdad no tienes palabras- exclamó. -¿Dónde las perdiste? ¿Quieres que te ayude? Tengo muchas ideas que escribir y Tú, nada tienes.

Tenía razón. No existían palabras, las había perdido, no sé dónde pero no estaban, no las encontraba. Movió una silla y se sentó a observarme, me incomodaba, me molestaba tenerlo cerca como la sensación de la piel debajo de una tela húmeda y caliente por el sudor.

-¡No tienes nada!- espetó. Levanté mi rostro para fijar en Él una mirada de odio infinito.

-Por fin tengo tu atención- dijo sonriendo. Tomó mi bolígrafo, siempre lo hace y escribió en una servilleta arrugada.

-Tómala, no la desprecies. Ya estoy acostumbrado a eso- No me moví, sólo lo miraba con más odio.

-Está bien. La dejo aquí cerca por si te da curiosidad- Colocó la servilleta en la mesa, tomó el vaso de licor y se lo bebió de un trago.

-Definitivamente está bueno. No puedo negarlo, tienes gustos con sabores fuertes. Deberías aprovecharlos- Me guiñó, observé la servilleta y al volver la mirada no estaba. Tomé la servilleta y leí; era la primera palabra de muchas.
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Ollin Tlatoa por José Daniel Guerrero Gálvez se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-CompartirIgual 4.0 Internacional.
Basada en una obra en http://ollintlatoa.blogspot.com.
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