jueves, 24 de julio de 2008

¿Crisis en la educación?

"Hay que educar a los educadores".
Eduardo Nicol

A modo de introducción

En una revisión de mis ensayos de filosofía a lo largo de este tiempo, he notado que todos giran en torno a un problema: el significado de la educación y su particular relación con el maestro o profesional de la educación como he llamado generalmente al pedagogo o cualquier persona relacionada. Éste ensayo no es la excepción pero lo que sí es, la forma como se aborda el tema. He seleccionado una lectura en particular, "Crisis de la educación y filosofía" de Eduardo Nicol,[1] que ha tocado profundamente la idea sobre lo que debe ser un verdadero pedagogo y me he dado a la tarea de hacer una interpretación más precisa sobre ésta, ensayando bajo la premisa de "cultivar el gusto por la poesía y el respeto por la filosofía [que] es lo propio de los hombres cultos".[2] Éste es un primer intento.

A propósito de la crisis de la educación y la filosofía

¿Qué es lo que hace pensar en una crisis de la educación? ¿Qué es lo que falla en la educación para decir que hay una crisis? Si se habla de crisis, ésta puede determinarse desde varios aspectos como un cambio brusco, una mutación, en una duda, en un momento decisivo, de una dificultad o una escasez de algo. ¿En cuál de estos aspectos se habla de una crisis de la educación? Si se hace un balance de la educación en nuestros días se observa una cierta descomposición educativa y con ella, una descomposición cultural que toca cada una de las actividades humanas. Pero, ¿es acertado hablar de una descomposición? Sí, si hablamos de un deterioro y con respecto a la educación está determinada por una escasez y por una duda en una situación complicada.

¿Qué tipo de escasez tiene la educación? Primero ha sido fragmentada en dos, en una dicotomía irreconciliable en que la reflexión y la práxis ha hecho una dualidad del ser humano, al prágmatico y al reflexivo, al homo faber y al homo sapiens como los identifica Nicol.[3] El empuje del primero hacia el segundo, es el punto de tensión de esta crisis que, como se mencionaba antes, invade cada actividad humana incluyendo a la filosofía y también a la educación, pero no una educación acotada a la transmisión de conocimientos. Esto es algo que los educadores, los profesionales de la educación deben tener en cuenta, la educación como paideia que integra reflexión y praxis como una conjugación del ser humano es lo que está en crisis. ¿Cuántos son educadores sin serlo? y la sentencia de Nicol con respecto a ésto es: "Hay que educar a los educadores". [4]

Estas palabras son fuertes y preocupantes, "educar a los educadores" significa que tenemos "... carencia del ethos en la práxis y en la paideia".[5] Es decir, los educadores han dejado de ser auténticos, la carencia de congruencia en lo que se dice, se hace y se piensa es una crisis que se envuelve en el pragmatismo extremo del ser humano derivando en un desequilibrio del verdadero ser. Rescato la pregunta de Nicol, ¿qué somos? ¿Tenemos claro cuál es la misión como educadores o sólo realizamos el trabajo de forma monótona, sin sentido, sin reflexión? Ni lo uno, ni lo otro, mucho menos lo primero le queda muy claro al educador porque ha renunciado a la reflexión y sin ésta, no existe una idea clara de lo que se quiere y si se quiere, si se nos permite parafrasear a Nietszche. El educador tiene sobre sus hombros un trabajo que de él requiere una preparación como ningún otro porque no sólo es el medio de transmisión del conocimiento sino un promotor de cultura.

Ahora, en nuestro momento histórico, el educador es inculto. Nicol dice que no es por una carencia sino por una "renuncia implícita y colectiva a la cultura que antes se obtenía con el trabajo".[6] ¿A qué renunciamos? Una renuncia implica un acto libre pero si es implícita no necesariamente lo es, entonces ¿renunciamos a la libertad? Si es así, esta renuncia es la razón por la que el pragmatismo gana terreno con respecto a la reflexión pues se considera al proyecto de vida en términos de ganancia y no de formación. Utilidad y nada más es lo que caracteriza a la paideia de nuestro tiempo por eso es colectiva pues para requerir de una ganancia necesariamente debe haber un proceso de intercambio. Esto nos lleva a terrenos escabrosos en pensar a la paideía como un producto de consumo el cual abordaremos en otro momento, no en este escrito pero es importante evidenciarlo.

Aquí se encuentra la duda para muchos, hay una crisis como se ha argumentado pero, ¿se vislumbra un cambio renovador? Para muchos, los más pesimistas, no hay renovación pero el problema lo tenemos detectado: evitar la de-formación del ser humano. Para ello, educar a los educadores es el punto importante pues en ésto se encuentra la paideia y nos lleva de la mano de Nicol a preguntar quién será el educador de los educadores.

La filosofía es paideia, nos dice Nicol pero no como un programa de estudios o una planeación de clase sino como un acto reflexivo que nos lleva a una autocrítica.[7] No es instrucción, es formación y ésta no se manifiesta en forma tangible, no tiene una finalidad práctica pero es necesaria así como la poesía. Ambas, filosofía y poesía son elementos imprescindibles para la formación del educador pues en ellas descansa el pensamiento que si antes sólo la recitaban con el advenimiento de la escritura, éstas se plasman dibujando pensamientos. Es hermoso. Cultivar la poesía y respetar la filosofía es el equilibrio que con acertada precisión Nicol define, "la paideia es el cultivo de hombre"[8] e implícitamente del educador pues es éste el que debe reflejar la paideia a todo lo que se encuentre en contacto con él. Ésto es un trabajo arduo pero imprescindible.

Ahora se escucha en muchas partes sobre la sociedad de la información, sobre la globalización, el barbarismo, de la cultura de la urgencia (si de alguna forma ésta fuera cultura), y en otros conceptos que no permiten detenernos a la reflexión pero el hecho de esta falta de permisividad, no es excusa para no reflexionar, se debe buscar el modo, el momento para cultivar al hombre y restituir el equilibrio al que se ha renunciado. El educador, desde esta concepción de la paideia, debe abrir paso a la modelación del ser no sin antes enderazarse a sí mismo. En pocas palabras, hay que educarnos a todos y en todo momento. Éste es el compromiso.

Notas

[1] Eduardo Nicol. Ideas de vario linaje. Editor Enrique Hülsz. México, Facultad de Filosofía y Letras – Universidad Nacional Autónoma de México, 1990. Págs. 393-402. (Seminario de Metáfisica).

[2] Ibídem. Pág. 401.

[3] Ibídem. Pág. 397.

[4] Ibídem. Pág. 398.

[5] Loc. cit.

[6] Ibídem. Pág. 396.

[7] Ibídem. Pág. 399.

[8] Ibídem. Pág. 401.

jueves, 17 de julio de 2008

El pedagogo: reflexión sobre su actividad educativa

La decisión de convertirse en un profesional de la educación como le llamo al pedagogo es una decisión que no debe tomarse a la ligera. Esto preocupa pues pareciera ser que de los mismos miembros que conformamos, en diferentes niveles, a la comunidad pedagógica no tenemos idea de lo que en realidad significa ser pedagogo, y luego, serlo en México. ¿A qué viene esta reflexión inicial? Durante el estudio de las lecturas sobre las corrientes de la filosofía he observado con detenimiento que aquel profesional de la educación, el pedagogo no tiene la mínima idea de la magnitud de su profesión, esto produce un rezago generado por una corta visión de los problemas de la educación o en otras palabras, el pedagogo aborda su profesión con una superficialidad excesiva.

La profesión del pedagogo se deja llevar por las modas en educación y dentro de la práctica pedagógica. Cuando sale una técnica, una nueva teoría, o un algo nuevo relacionado con la educación, el pedagogo se deja seducir bajo éstas con la esperanza que sea la solución a sus problemas pero me pregunto ¿existirá reflexión sobre estas panaceas teóricas y prácticas y sus repercusiones? Pienso que no. La profesión del pedagogo no es sencilla, es una tarea ardua que no termina con el hecho de dar una clase, que aun ésta es compleja, sino en la reflexión que lleva a pensar sobre la educación y eso es algo que el pedagogo no desea hacerlo.

Ahora me pregunto, ¿cómo el pedagogo debe reflexionar la educación? O más bien, ¿estará preparado para reflexionar y llevarlo a un debate como lo ofrecieron Antonio Caso y Vicente Lombardo Toledano en 1933 a propósito de la realidad educativa mexicana? Pienso que no. Sin afán de ser pesimista, la realidad se impone: la preparación del pedagogo deja mucho que desear y eso ha producido un rezago abismal entre la práctica de la profesión y el campo en que se desarrolla. Dilthey menciona que ha razón de este rezago, la Pedagogía “violenta las grandes formaciones históricas de la enseñanza que han surgido de la ética de cada pueblo, y es ciega frente la profundidad histórica y la estructura, plena de sentido, de lo que es”.[1] Dos aspectos importantes plantea Dilthey: la violencia entre las teorías educativas y la superficialidad frente a la historia de éstas. ¿Cuál es el origen de esta violencia y desdén por parte de la pedagogía? Es el atrincheramiento que tiene el pedagogo hacia la psicología que lo ha llevado a un desmedido culto hacia ésta, a un psicologismo. El profesional de la educación fragmentó su mundo y se ha refugiado en la cueva que corona en el frontispicio con la palabra Psicología.

No hay que negar, los aportes que la psicología ofrece a la educación son importantes pero ese no es el único frente, la educación tiene muchos matices importantes que el pedagogo debe abordar con respecto a su área de estudio e integrarlos al servicio de la sociedad que sirve y el momento histórico en que está. Pero todo a ocurrido al contrario, este atrincheramiento al que me refiero trae como consecuencia que la aportación de la pedagogía en el desarrollo del ser humano sea pobre, débil, sin cobertura, derivando que el trabajo educativo propio del pedagogo termine haciéndolo otro tipo de profesional mientras que éste sigue en su cueva.

En otro escrito comentaba que el pedagogo debe tener un espíritu filosófico, sociológico, psicológico e histórico.[2] Ese espíritu que me refería es la reflexión hacia el fenómeno de la educación y que toca a todas las actividades del ser humano. Esto es lo que hace falta al pedagogo, la reflexión que acompaña a una vocación, a la disposición necesaria para abordar todo tipo de problemas pedagógicos que enfrenta nuestro tiempo como son la sociedad del conocimiento, el individualismo contemporáneo, la utilización de tecnologías, los problemas de aprendizaje, “la barbarie ilustrada” y muchos más. Sin reflexión, nosotros, los pedagogos seremos profesionales light de la educación y nuestra aportación será ínfimamente útil y al final, puede tomarse las palabras de Dilthey, con respecto a ello: “El desprecio con que se la mira [a la Pedagogía] se inspira en el sentimiento justo de que no es todavía una ciencia en el sentido moderno”.[3] Y para existir ciencia, se requiere de reflexión. Así la amplitud de nuestra profesión debe tocar a cada una de las actividades humanas pues la educación y por ende, la pedagogía tiene una íntima relación con la cultura.

Falta un último aspecto que abordar, el contexto social en el se encuentra el pedagogo en México. La actitud ligera del pedagogo mexicano frente a la realidad educativa mexicana lo lleva a una situación de vacío en su práctica educativa donde la falta de rigor, de conocimiento de la historia aunado a la poca reflexión educativa, ya mencionada antes, provoca la falta de un proyecto educativo acorde con las realidades del nuestro país además de un ejército de pedagogos light y mercenarios de la educación que no ofrecen nada más que la “utilidad” de sus servicios al mejor postor.

El pedagogo mexicano se está quedando mudo y hasta lisiado. Las investigaciones que se realizan sólo dan vueltas en círculo frente a temas que deben ser solucionados y que sólo se evidencian. Los profesionales de la educación lanzan la piedra y esconden la mano como si estuvieran, citando a Lombardo Toledano, “… tratando de hallar la verdad, [creyendo] que la verdad ya fue encontrada”.[4] Este es un asunto al que debemos tener en consideración pues es el punto medular de las aportaciones ínfimas que tienen los pedagogos hacia la sociedad mexicana y hay conciencia de ello, de ese vacío que devora y no ayuda a concretar esa reflexión tan necesaria de la educación para, como bien dice Lombardo Toledano, la verdad se proclame.[5]

¿Qué nos toca hacer como estudiantes? Estudiar, reflexionar, analizar críticamente nuestra tarea educativa desde todos los ámbitos, sin atrincherarse y prepararnos, llevando al debate una propuesta educativa para empezar a resolver el problema que venimos arrastrando desde toda la vida. En pocas palabras, convertirnos en verdaderos pedagogos que aporten como profesionales de la educación, una idea clara que nos lleve abrir camino hacia un proyecto congruente de país.

Notas

[1] Wilhelm Dilthey. “Pedagogía” en Teoría de la Concepción del Mundo. México, FCE, 1945. Pág. 381.

[2] José Daniel Guerrrero Gálvez. “Reflexión hacia la construcción de una pedagogía mexicana”. Ollin Tlatoa, palabra en movimiento. [En línea]. 14 de marzo, 2008. Disponible en http://ollintlatoa.blogspot.com/2008/03/reflexin-hacia-la-construccin-de-una.html. [Consulta: Abril 15, 2008].

[3] Wilhelm Dilthey. Ibídem.

[4] Antonio Caso y Vicente Lombardo Toledano. “La encrucijada universitaria. Entre el humanismo liberal y el materialismo marxista”. [En línea]. Etcétera. Política y Cultura en línea. Numero 370, 2 de marzo de 2000. Disponible en: http://www.etcetera.com.mx/2000/370/acvlt370.html. [Consulta: Abril 15, 2008].

[5] Ibídem.

Bibliografía

Caso, Antonio y Vicente Lombardo Toledano. “La encrucijada universitaria. Entre el humanismo liberal y el materialismo marxista”. [En línea]. Etcétera. Política y Cultura en línea. Numero 370, 2 de marzo de 2000. Disponible en: http://www.etcetera.com.mx/2000/370/acvlt370.html. [Consulta: Abril 16, 2008].

Dilthey, Wilhelm. “Pedagogía” en Teoría de la Concepción del Mundo. México, FCE, 1945.

Guerrrero Gálvez, José Daniel. “Reflexión hacia la construcción de una pedagogía mexicana”. Ollin Tlatoa, palabra en movimiento. [En línea]. 14 de marzo, 2008. Disponible en http://ollintlatoa.blogspot.com/2008/03/reflexin-hacia-la-construccin-de-una.html. [Consulta: Abril 15, 2008].

Landa, Josu. La idea de universidad de Justo Sierra. México, FFyL-UNAM, 2005. Cap. “Ideas educativas”.

Robles, Martha. Educación y sociedad en la historia de México. 9ª ed. México, Siglo Veintiuno.

Zea, Lepoldo. El positivismo en México. México, Colegio de México 1943.
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